El ser humano se ve obligado hoy a iluminar sus casas, oficinas, fábricas o granjas durante largos periodos de tiempo con una luz artificial que carece de las características de la luz solar. Y durante décadas ha utilizado las clásicas bombillas incandescentes y los llamados tubos fluorescentes pero las primeras han dejado de fabricarse y los segundos, aunque más económicos, tienen otros inconvenientes. De ahí que se decidiera sustituirlas por lámparas de bajo consumo que se hacen con mercurio tóxico, con lámparas halógenas que emiten radiaciones y ahora con lámparas LED que dañan la retina. Así que, ¿qué hacer? ¿Qué (...)
Suscríbase para seguir leyendo
Este texto solo está disponible para suscriptores.