¿Es el organismo un “sistema eléctrico”?
Número 55 - Noviembre 2003
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El indio Lucindo era un jaibaná, nombre del chamán entre los indios emberas, grupo étnico seminómada que habita las riberas de los ríos de la selva chocoana. Cada vez más acosados por el proceso de colonización se fueron radicando hacia las partes altas de los afluentes del río Atrato. Uno de los asentamientos de los emberas era la región de Tanela a donde fui en busca de Lucindo al enterarme de sus artes curativas. Me había llamado poderosamente la atención la curación de un campesino, Próspero, que había trajinado por todos los senderos de la medicina sin obtener mejoría para su enfermedad, un extraño padecimiento que le tenía prácticamente paralizado. Al cabo de unas semanas de tratamiento con Lucindo su restablecimiento era sin duda prodigioso. Me encontré a un hombre de baja estatura y piel cobriza, supremamente receloso y huidizo. Cargaba con el estigma de los enfrentamientos entre las familias de su propia comunidad embera. No fue fácil el abordaje de este hombre, cargado con un silencio pesado y difícil de penetrar.

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