Desde que en 1985 se descubrió el primer caso de Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) en Inglaterra los europeos hemos sido testigos de un problema sanitario nuevo y enormemente complejo. Es más, esta enfermedad ha puesto contra las cuerdas a los responsables políticos y científicos de la Unión Europea evidenciando de forma clara y rotunda -una vez más- que el sendero por el que camina en la actualidad todo el sector de la producción animal intensiva no es correcto. Sumarios: Todo parece indicar que en el “mal de las vacas locas” tiene mucho que ver un insecticida organofosforado denominado en Inglaterra (...)
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