¿Nacemos o morimos?
Número 105 - Mayo 2008
Tiempo de lectura: 5 minutos
Es falsa la visión que nosotros, los adultos, tenemos del nacimiento. Por un lado, reducimos el nacimiento a poco más del momento en que el bebé asoma a este mundo. Incluso sin importar si lo ha hecho por el conducto de nacimiento o si se le extrae mediante una cesárea. Lo único que al parecer importa a todos es que ese bebé –al que vemos y de ahí que ése sea el momento para nosotros en que empieza a existir– esté debidamente conformado. Nos importa prácticamente tan sólo el envase físico sin tener en cuenta que ese envase puede estar encerrando un contenido emocional con alta capacidad mórbida. Por otro lado –y esto es más grave todavía–, no pensamos que en nosotros, los adultos, la vida tiene dos orillas y que vemos al neonato desde la orilla de lo que llamamos vida en tanto que el bebé que está naciendo, con una individualidad pero todavía sin la percepción dual del adulto, está viviendo la agonía de un tránsito a la muerte.

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