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Mayo 2007
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“Siento, luego existo”

¡Pienso, luego existo!, gritó alborozado Descartes bien arropado en la cama, lugar en el que –según sus biógrafos– nuestro gran sabio se dedicaba a pensar hasta el mediodía. Y el grito de júbilo de Descartes planeó sobre el mundo y el mundo dijo sí. Y este fue el instante en que guillotinados, puesta la cabeza en un podio y arrojado el resto del cuerpo a una letrina, la mente pensante se erigió en única y gran vencedora de ese maratón llamado progreso.