El sistema sanitario está enfermo. Y es que algo no funciona bien cuando el colectivo más destacado, el de los médicos, experimenta la mayor tasa de suicidio de todas las profesiones. Y no sólo eso: cada vez es mayor en el mundo el número de agresiones a profesionales sanitarios. Añádase a ello el estrés laboral, la enorme burocracia que soportan, la masificación de los servicios sanitarios, los bajos salarios con respecto a sus colegas europeos o los conflictos de interés con los laboratorios farmacéuticos en su formación así como la presión que ejerce la industria para convertirlos en meros recetadores (...)
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