Durante nueve años una antena de telefonía con 21 repetidores se alzó junto al patio de un colegio de educación infantil en el municipio sevillano de Brenes sin que la oposición de padres y profesores sirviera de algo. Y a pocos centenares de metros se hallaban otras tres antenas. Pues bien, entre padres, profesores y vecinos había ya entonces más de cien casos de cáncer en el entorno y un número similar de personas con otras enfermedades degenerativas aparecidas en algunos casos a edades inusualmente tempranas. Y nadie hizo nada con la burda excusa de que las emisiones eran “legales”. ¿Cómo (...)
Suscríbase para seguir leyendo
Este texto solo está disponible para suscriptores.